Hay
temas que, cuando se nombran, nos atraviesan el alma porque no son cifras ni
titulares de prensa, sino realidades que viven personas de carne y hueso. Uno
de ellos es el embarazo adolescente. Al hablar de ello no pensamos únicamente
en un hecho biológico, sino en la historia de una niña que, de un día para
otro, deja de vivir su adolescencia para asumir responsabilidades adultas. Es
la historia de sueños interrumpidos, de cuadernos que se cierran antes de
tiempo, de proyectos de vida que quedan suspendidos en un “hubiera podido ser”.
En Colombia, como en muchos países de
América Latina, el embarazo adolescente sigue siendo una herida abierta. La
Organización Panamericana de la Salud recuerda que cada día, en nuestra región,
una de cada cinco madres tiene menos de diecinueve años. Son cifras que duelen,
porque detrás de cada número hay una historia personal, una familia que se
transforma y, muchas veces, un futuro que se complica.
La adolescencia debería ser una etapa de
descubrimiento, de amistades, de aprendizajes y de sueños sembrados en tierra
fértil. Pero cuando aparece un embarazo en este momento de la vida, se trastoca
la ruta. La joven, que aún está descubriendo quién es, pasa a convertirse en
madre, muchas veces sin contar con el apoyo necesario, enfrentando riesgos de salud,
abandono escolar, discriminación y pobreza. Y lo más doloroso: cargando con
juicios sociales en lugar de recibir abrazos y comprensión.
Como lo expresó la profesora Silvana
Lasprilla en el programa En sintonía con tu salud,
las raíces de esta situación están muchas veces en el silencio. Todavía en
muchos hogares hablar de sexualidad es tabú. Padres y madres prefieren callar,
creyendo que así “protegen” a sus hijos, cuando en realidad el silencio los
expone. Al no encontrar respuestas en casa, los adolescentes buscan en la
calle, en los amigos o en internet, y no siempre reciben la mejor orientación.
La escuela, que debería ser un espacio seguro para hablar del tema, en
ocasiones se limita a lo biológico, dejando de lado lo más importante: enseñar
sobre emociones, respeto, autonomía, consentimiento y capacidad de decidir.
Y hay algo aún más duro de aceptar: en
muchos casos, estos embarazos no son fruto de decisiones libres, sino de relaciones
forzadas o de abuso, de dinámicas de poder desiguales que marcan
la vida de niñas y adolescentes para siempre. Aquí la sociedad entera tiene una
deuda enorme, porque no se trata solo de prevenir embarazos, sino de proteger
la dignidad y los derechos de quienes todavía están en proceso de crecer.
El economista Carlos Javier
Carmona Campo, en esa misma conversación radial, recordaba otra
dimensión dolorosa: la económica. Cada embarazo adolescente tiene un costo
alto, no solo para la joven y su familia, sino para todo el país. Son
oportunidades de estudio y de trabajo que se pierden, talentos que no llegan a
desarrollarse, generaciones que siguen atrapadas en el círculo de la pobreza.
No hablamos solo de gastos en salud o programas sociales, hablamos de sueños
interrumpidos que limitan el desarrollo de toda una sociedad.
Pero reducir este tema a cifras sería
quedarnos cortos. Lo verdaderamente importante es reconocer que prevenir el
embarazo adolescente significa cuidar proyectos de vida.
Significa proteger la posibilidad de que una joven termine sus estudios,
descubra el mundo, cumpla metas y decida cuándo y cómo quiere ser madre, si así
lo desea. Significa dar tiempo para crecer con libertad.
La prevención no se logra con campañas
pasajeras ni con discursos políticos. Se logra con abrazos en la familia, con
palabras honestas en la mesa, con maestros que se atreven a hablar sin miedo,
con servicios de salud que acogen sin juzgar. Se logra cuando el Estado asume
la responsabilidad de garantizar programas sostenidos y recursos suficientes,
cuando la sociedad deja de señalar y empieza a acompañar.
Quisiera que, al leer estas líneas,
pensemos en un rostro, en un nombre. Quizás fue la vecina del barrio que dejó
el colegio en noveno grado, la sobrina que ahora cría a su hijo con ayuda de
los abuelos, la estudiante que un día desapareció de las aulas. No son casos
lejanos; son parte de nuestra vida cotidiana. Y si logramos ponerles rostro a
las cifras, tal vez entendamos que prevenir el embarazo adolescente no es un
tema técnico, es una responsabilidad profundamente humana.
En este camino hay avances, claro está.
Pero falta mucho por hacer. Nos falta como país aprender a hablar sin
prejuicios, acompañar sin juzgar y construir oportunidades reales para que los
jóvenes puedan soñar. Nos falta mirar a nuestras adolescentes con esperanza y
confianza, no con estigmas ni reproches.
Mi convicción, como docente y como mujer
que trabaja en salud, es que debemos cambiar el enfoque: dejar de pensar solo
en “evitar gastos” o “reducir estadísticas” y empezar a hablar de sueños, de
proyectos de vida, de dignidad. Prevenir un embarazo adolescente no es solo
evitar un parto temprano; es, sobre todo, garantizar que cada joven pueda
escribir su propia historia con libertad, sin que nadie la interrumpa antes de
tiempo.
La prevención del embarazo adolescente,
al final, es una apuesta por el futuro de todos. Las familias tienen que romper
los silencios, las escuelas deben educar con integridad, los servicios de salud
tienen que acompañar con empatía, el Estado debe sostener políticas claras y la
sociedad entera debe aprender a abrazar en lugar de señalar. Si cada quien
asume su parte, lograremos que más adolescentes vivan plenamente su juventud y
que el país no pierda la riqueza de su gente joven.
En el programa En sintonía con tusalud quedó claro que este no es un desafío aislado, sino un
compromiso compartido. La voz de la profesora Silvana Lasprilla, desde la salud
pública, y la del economista Carlos Javier Carmona, desde la economía, nos
recordaron que no podemos seguir indiferentes. Prevenir es proteger, prevenir
es abrir caminos, prevenir es cuidar la esperanza.
Por eso, quiero invitarte a que des un
paso más y escuches el audio de la entrevista radial completa.
Allí encontrarás reflexiones profundas y humanas que complementan estas
palabras, y que pueden inspirarnos a todos a construir una sociedad que no solo
hable de prevención, sino que la viva, para que cada adolescente pueda crecer
en libertad y abrazar su futuro sin cadenas ni silencios.
Sigueme en instagram
Visita mi FAN PAGE en Facebook
Sígueme en X
Sigueme en Tiktok
Sigue mi Blog en Blogger
Sigueme en You Tube
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Puedes dejar tu comentario aqui.