Hablar de la poliomielitis es
hablar de una de las más grandes victorias de la ciencia moderna y, al mismo
tiempo, de una de las pruebas más duras que ha enfrentado la humanidad. Durante
décadas, el nombre “polio” evocaba miedo, parálisis y desesperanza. Hoy,
gracias a los avances científicos y a los programas de vacunación global, ese
miedo se ha transformado en una historia de esperanza, cooperación y
aprendizaje colectivo. Sin embargo, la historia de la polio no ha terminado:
aún hoy nos recuerda que la ciencia solo alcanza su verdadero poder cuando se
une al compromiso social y a la voluntad política.
El Día Mundial de la Polio,
conmemorado cada 24 de octubre, nos invita a mirar hacia atrás con gratitud,
pero también hacia adelante con responsabilidad. En Colombia, el último caso de
poliomielitis se registró en 1991, un hecho que marcó un antes y un después en
la salud pública del país. Desde entonces, la nación mantiene su certificación
como territorio libre de polio, un logro que se debe al esfuerzo conjunto de
familias, instituciones, profesionales y campañas de inmunización sostenidas
durante más de tres décadas. Sin embargo, la reciente experiencia global con
los movimientos antivacunas y la desinformación en redes sociales nos recuerda
que los logros de salud pública no son permanentes: se defienden día a día, con
evidencia, educación y empatía.
La historia de la polio es
también la historia del poder transformador de la ciencia. En 1988, la
enfermedad paralizaba a más de 350.000 niños cada año en más de 125 países.
Hoy, esa cifra se ha reducido en más del 99 %, y solo dos países Afganistán y
Pakistán mantienen transmisión activa del virus. Este éxito no fue fruto del
azar, sino del trabajo articulado entre la Organización Mundial de la Salud,
UNICEF, Rotary International y millones de profesionales de la salud y
voluntarios. Pero, sobre todo, fue resultado de la confianza en la ciencia y de
la convicción de que la salud pública es un derecho humano y una
responsabilidad compartida.
El programa En Sintonía con tu
Salud dedicó su emisión número ocho a esta causa bajo el título “Vencer
la Polio: cuando la ciencia se convierte en esperanza”, y fue precisamente
esa palabra esperanza la que resonó con más fuerza a lo largo del espacio. En
tiempos donde las noticias sobre crisis sanitarias, recortes presupuestales o
conflictos geopolíticos suelen ocupar los titulares, resulta profundamente
necesario volver a escuchar historias de cooperación y resiliencia. La voz del Dr.
Nelson Atehortua De la Peña, protagonista invitado del programa, nos
recordó que detrás de cada vacuna aplicada hay una historia humana que vale la
pena contar.
El Dr. Atehortua, médico
colombiano, sobreviviente de poliomielitis y de cáncer colorrectal, representa
el espíritu de lucha que inspira a la comunidad científica y ciudadana. Su
testimonio es prueba viva de cómo la adversidad puede transformarse en
compromiso. Desde su trabajo como científico en los Estados Unidos y asesor de
organismos internacionales, ha convertido su experiencia personal en una
plataforma para promover la inmunización y la detección temprana de
enfermedades. Escucharlo es entender que la ciencia no es una torre de marfil,
sino una herramienta profundamente humana, capaz de sanar cuerpos, restaurar
confianzas y construir comunidades más solidarias.
A lo largo de la entrevista, el
doctor insistió en un mensaje claro: la vacunación no solo protege al
individuo, protege a la comunidad. Cada dosis aplicada es una barrera
invisible que impide que el virus se propague y vuelva a causar estragos. Sin
embargo, mantener esa barrera requiere de algo más que recursos económicos o
infraestructura; requiere confianza. En tiempos de desinformación digital,
donde los mitos sobre las vacunas pueden difundirse con la misma velocidad que
los virus, la educación sanitaria se convierte en una prioridad urgente. Las
estrategias de comunicación deben ser empáticas, basadas en evidencia y
culturalmente pertinentes, para lograr que las personas comprendan que vacunar
no es un acto de miedo, sino de amor y responsabilidad.
Uno de los aspectos más valiosos
del programa fue precisamente su enfoque humano. En Sintonía con tu Salud
no se limitó a presentar datos epidemiológicos o logros estadísticos; buscó
conectar con las emociones, con la memoria y con el sentido de comunidad. Desde
la introducción, se nos recordó que “la salud no es un tema más: es el eje que
nos une como sociedad y nos impulsa a construir un futuro más saludable”. Esa
afirmación, simple pero poderosa, encierra el propósito de toda política
pública en salud: proteger la vida desde lo colectivo, no desde el
individualismo.
El testimonio del Dr. Atehortua
se entrelazó con mensajes educativos que vale la pena reiterar. En el Dato
Curioso y Consejo de la Semana, se destacó que las vacunas contra la
poliomielitis son gratuitas, seguras y efectivas. Se invitó a las familias a
verificar los esquemas de vacunación de sus hijos, recordando que “la polio no
tiene cura, pero sí tiene prevención”. Este tipo de recordatorios son
esenciales para mantener viva la cultura de la inmunización en generaciones
que, por fortuna, no conocieron los estragos de la enfermedad, pero que,
paradójicamente, pueden caer en la indiferencia o la desinformación.
Más allá de las cifras, la
historia de la polio plantea una reflexión ética y social sobre el papel de la
ciencia en la construcción de esperanza. La erradicación de una enfermedad no
depende solo del descubrimiento de una vacuna, sino del compromiso con su
distribución equitativa. Los países que aún enfrentan transmisión activa del
virus lo hacen en contextos de conflicto, pobreza y desconfianza institucional.
Por eso, la lucha contra la polio es también una lucha contra la desigualdad.
No hay erradicación posible sin justicia social, sin acceso equitativo a la
salud y sin políticas públicas que prioricen la prevención sobre la reacción.
Desde una mirada más amplia, la
historia de la polio nos deja tres lecciones fundamentales. La primera, que la
ciencia y la salud pública son bienes comunes: deben protegerse de la
desinformación y del oportunismo político. La segunda, que la prevención es
una inversión en el futuro, no un gasto. Cada vacuna aplicada evita no solo
la enfermedad, sino el sufrimiento, la discapacidad y el impacto económico que
conlleva tratarla. Y la tercera, que la solidaridad global es el camino.
Ningún país estará realmente libre de la polio mientras exista transmisión en
algún rincón del planeta.
Como sociedad, tenemos la
obligación moral de sostener este legado. Las generaciones que vivieron los
años del miedo cuando miles de niños quedaron paralizados por un virus que
parecía invencible nos entregaron una victoria construida con ciencia,
disciplina y esperanza. Nuestro deber es no darla por sentada. Mantener a
Colombia libre de polio implica seguir educando, vacunando y comunicando, con
la certeza de que cada esfuerzo cuenta.
En palabras del propio Dr.
Atehortua, “la vacunación no solo protege al individuo, sino que construye
comunidad y esperanza”. Esa frase resume el espíritu del Día Mundial de la
Polio y el mensaje que este programa quiso transmitir: la ciencia tiene
rostro humano cuando se pone al servicio de la vida.
Porque vencer la polio no fue
solo vencer a un virus: fue vencer el miedo, la indiferencia y la desconfianza.
Fue demostrar que cuando la ciencia se convierte en esperanza, el mundo entero
puede sanar.
Te invito a escuchar el programa completo
“Vencer la Polio: cuando la ciencia se convierte en esperanza”, en En
Sintonía con tu Salud, y a seguir construyendo juntos una cultura de
prevención, confianza y esperanza en la ciencia.
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