sábado, 1 de noviembre de 2025

Vencer la Polio, cuando la ciencia se convierte en esperanza

 

Hablar de la poliomielitis es hablar de una de las más grandes victorias de la ciencia moderna y, al mismo tiempo, de una de las pruebas más duras que ha enfrentado la humanidad. Durante décadas, el nombre “polio” evocaba miedo, parálisis y desesperanza. Hoy, gracias a los avances científicos y a los programas de vacunación global, ese miedo se ha transformado en una historia de esperanza, cooperación y aprendizaje colectivo. Sin embargo, la historia de la polio no ha terminado: aún hoy nos recuerda que la ciencia solo alcanza su verdadero poder cuando se une al compromiso social y a la voluntad política.

El Día Mundial de la Polio, conmemorado cada 24 de octubre, nos invita a mirar hacia atrás con gratitud, pero también hacia adelante con responsabilidad. En Colombia, el último caso de poliomielitis se registró en 1991, un hecho que marcó un antes y un después en la salud pública del país. Desde entonces, la nación mantiene su certificación como territorio libre de polio, un logro que se debe al esfuerzo conjunto de familias, instituciones, profesionales y campañas de inmunización sostenidas durante más de tres décadas. Sin embargo, la reciente experiencia global con los movimientos antivacunas y la desinformación en redes sociales nos recuerda que los logros de salud pública no son permanentes: se defienden día a día, con evidencia, educación y empatía.

La historia de la polio es también la historia del poder transformador de la ciencia. En 1988, la enfermedad paralizaba a más de 350.000 niños cada año en más de 125 países. Hoy, esa cifra se ha reducido en más del 99 %, y solo dos países Afganistán y Pakistán mantienen transmisión activa del virus. Este éxito no fue fruto del azar, sino del trabajo articulado entre la Organización Mundial de la Salud, UNICEF, Rotary International y millones de profesionales de la salud y voluntarios. Pero, sobre todo, fue resultado de la confianza en la ciencia y de la convicción de que la salud pública es un derecho humano y una responsabilidad compartida.

El programa En Sintonía con tu Salud dedicó su emisión número ocho a esta causa bajo el título “Vencer la Polio: cuando la ciencia se convierte en esperanza”, y fue precisamente esa palabra esperanza la que resonó con más fuerza a lo largo del espacio. En tiempos donde las noticias sobre crisis sanitarias, recortes presupuestales o conflictos geopolíticos suelen ocupar los titulares, resulta profundamente necesario volver a escuchar historias de cooperación y resiliencia. La voz del Dr. Nelson Atehortua De la Peña, protagonista invitado del programa, nos recordó que detrás de cada vacuna aplicada hay una historia humana que vale la pena contar.

El Dr. Atehortua, médico colombiano, sobreviviente de poliomielitis y de cáncer colorrectal, representa el espíritu de lucha que inspira a la comunidad científica y ciudadana. Su testimonio es prueba viva de cómo la adversidad puede transformarse en compromiso. Desde su trabajo como científico en los Estados Unidos y asesor de organismos internacionales, ha convertido su experiencia personal en una plataforma para promover la inmunización y la detección temprana de enfermedades. Escucharlo es entender que la ciencia no es una torre de marfil, sino una herramienta profundamente humana, capaz de sanar cuerpos, restaurar confianzas y construir comunidades más solidarias.

A lo largo de la entrevista, el doctor insistió en un mensaje claro: la vacunación no solo protege al individuo, protege a la comunidad. Cada dosis aplicada es una barrera invisible que impide que el virus se propague y vuelva a causar estragos. Sin embargo, mantener esa barrera requiere de algo más que recursos económicos o infraestructura; requiere confianza. En tiempos de desinformación digital, donde los mitos sobre las vacunas pueden difundirse con la misma velocidad que los virus, la educación sanitaria se convierte en una prioridad urgente. Las estrategias de comunicación deben ser empáticas, basadas en evidencia y culturalmente pertinentes, para lograr que las personas comprendan que vacunar no es un acto de miedo, sino de amor y responsabilidad.

Uno de los aspectos más valiosos del programa fue precisamente su enfoque humano. En Sintonía con tu Salud no se limitó a presentar datos epidemiológicos o logros estadísticos; buscó conectar con las emociones, con la memoria y con el sentido de comunidad. Desde la introducción, se nos recordó que “la salud no es un tema más: es el eje que nos une como sociedad y nos impulsa a construir un futuro más saludable”. Esa afirmación, simple pero poderosa, encierra el propósito de toda política pública en salud: proteger la vida desde lo colectivo, no desde el individualismo.

El testimonio del Dr. Atehortua se entrelazó con mensajes educativos que vale la pena reiterar. En el Dato Curioso y Consejo de la Semana, se destacó que las vacunas contra la poliomielitis son gratuitas, seguras y efectivas. Se invitó a las familias a verificar los esquemas de vacunación de sus hijos, recordando que “la polio no tiene cura, pero sí tiene prevención”. Este tipo de recordatorios son esenciales para mantener viva la cultura de la inmunización en generaciones que, por fortuna, no conocieron los estragos de la enfermedad, pero que, paradójicamente, pueden caer en la indiferencia o la desinformación.

Más allá de las cifras, la historia de la polio plantea una reflexión ética y social sobre el papel de la ciencia en la construcción de esperanza. La erradicación de una enfermedad no depende solo del descubrimiento de una vacuna, sino del compromiso con su distribución equitativa. Los países que aún enfrentan transmisión activa del virus lo hacen en contextos de conflicto, pobreza y desconfianza institucional. Por eso, la lucha contra la polio es también una lucha contra la desigualdad. No hay erradicación posible sin justicia social, sin acceso equitativo a la salud y sin políticas públicas que prioricen la prevención sobre la reacción.

Desde una mirada más amplia, la historia de la polio nos deja tres lecciones fundamentales. La primera, que la ciencia y la salud pública son bienes comunes: deben protegerse de la desinformación y del oportunismo político. La segunda, que la prevención es una inversión en el futuro, no un gasto. Cada vacuna aplicada evita no solo la enfermedad, sino el sufrimiento, la discapacidad y el impacto económico que conlleva tratarla. Y la tercera, que la solidaridad global es el camino. Ningún país estará realmente libre de la polio mientras exista transmisión en algún rincón del planeta.

Como sociedad, tenemos la obligación moral de sostener este legado. Las generaciones que vivieron los años del miedo cuando miles de niños quedaron paralizados por un virus que parecía invencible nos entregaron una victoria construida con ciencia, disciplina y esperanza. Nuestro deber es no darla por sentada. Mantener a Colombia libre de polio implica seguir educando, vacunando y comunicando, con la certeza de que cada esfuerzo cuenta.

En palabras del propio Dr. Atehortua, “la vacunación no solo protege al individuo, sino que construye comunidad y esperanza”. Esa frase resume el espíritu del Día Mundial de la Polio y el mensaje que este programa quiso transmitir: la ciencia tiene rostro humano cuando se pone al servicio de la vida.

Porque vencer la polio no fue solo vencer a un virus: fue vencer el miedo, la indiferencia y la desconfianza. Fue demostrar que cuando la ciencia se convierte en esperanza, el mundo entero puede sanar.

 

 Te invito a escuchar el programa completo “Vencer la Polio: cuando la ciencia se convierte en esperanza”, en En Sintonía con tu Salud, y a seguir construyendo juntos una cultura de prevención, confianza y esperanza en la ciencia.



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